sábado, 4 de septiembre de 2010

La Vida

La vida maneja códigos basados en una ironía sumamente irracional. Proyectar sobre ella se vuelve una tarea titánica, si, porque ella se ríe de uno a carcajadas y no te queda más que reír a coro. Y sintiéndose uno absurdo y desamparado, proyectado en un cristal de facetas desconocidas, protejemos locos anhelos de supervivencia.

Si, la vida es una boxeadora ambidiestra. Es como un casino manejado paradójicamente por posibilidades no tan azarosas. Es una poderosa correntada de aire intenso que no te deja despabilar, como una ola en el mar bravo del verano. Que podemos hacer más que dejarnos llevar…

Basta con arremeter intesamente con nuestras propias limitaciones para encontrarse caminando en círculo por la llanura espesa del desconcierto. Y hay que tejer con la madeja que nos queda el sueño que podamos soñar. Dejar que lentamente los colores de la naturaleza pinten en nuestra existencia lo que ellos quieran, basta con considerarse la arcilla virgen sobre la que el escultor omnipotente modela su forma, de manera experta y sin molde previo al cual acomodarse.

La comodidad realmente no existe, uno es un surco en la arena y sobre él se vierten bajo la regla más desperfecta las semillas que harán de uno, la flor que quiera florecer.

Si, creer es ser ingenuo, y no creer es un crimen que nunca queda impune.

La vida maneja un lenguaje que lejos esta de ser comprendido por los humildes mortales.

Lejos esta de nuestra cabecita absurdamente racional y pequeña.

Lejos esta de ser manejada como uno quisiera.

Y que podría hacer el humano en su desesperación, más que soltar una carcajada ignorante y seguir adelante, como venga.

La verdad, es una gran mentira de patas largas que nos llueve como una estampida.

Y aunque nuestras manos estén cansadas de meterse en el fango de lo imprevisto, aunque en nuestros ojos se apague el brillo y se nos quiebre este iluso corazón de tanto tiritar. No nos queda más que avanzar, a como de lugar, sin mapas y sin rutas que nos puedan orientar.

Ya no se puede más que esperar, con los brazos vencidos y los hombros caídos de aquel peso descomunal. No vale de nada echarse a gritar. Patalear como cuando éramos chiquitos queriendo remediar las injusticias. Hay que simplemente pedalear en la cornisa .Remar esas injusticias y seguir.

Porque la vida será sabia, pero no sabe enseñar a tiempo, nos da las lecciones cuando ya se nos acabo el aliento y no existe patriotismo que nos defienda como país en nuestro propio espíritu.

Yo quería encontrarle solución a las cosas, quería ir contra la marea pero ya no importa. Porque anhelar me define como valiente, pero no me hace más inteligente, me hace simplemente una inconsciente .Y así es…

La vida se ríe estruendosamente y me echo a reir.Aunque no sepa bien como seguir.

Solo sé que hay que seguir.

Lucia Giacondino 30 de agosto de 2010

1 comentario:

Dié dijo...

Anhelar nos hace valientes, y a veces menos inteligentes. Pero los anhelos motorizan nuestra historia colectiva e individual, sólo ellos pueden hacerlo.