martes, 9 de agosto de 2011

Gente

No  había ningún objeto sobre la mesa, estaba limpio desde el día anterior. El cuento a medio empezar titilaba en un archivo perdido, grabado en una carpeta anónima. Ahora había que ultimar detalles, evitar situaciones de encuentro, fugarse lo antes posible.
Tanteaba en la oscuridad el último cigarro. Lo prendía con el encendedor a bencina y los dedos trémulos. Se había vuelto adicto a eso. A la huida. A la despedida nocturna. A la pérdida calculada. No negociaría con ningún llanto teatralizado ni con ningún pedido de presencia.
Dejaría esta vez, sin embargo, con una certeza irrefutable, el espacio vacío, limpio y ordenado para que no hubiera reproches posteriores.
La ultima pitada. Un sorbo agrio.la pasión dañina bien alimentada.
Eso sí, cerrar herméticamente todo. Cerrarlo frenéticamente. Cerrarlo, si fuera posible, hasta que la tuerca se falseara de manera irreparable.
Hacia frio, el viento y la lluvia de un verano podrido en rutina. Un verano en la costa fría.
Tanteo el picaporte y con sorpresa noto al abrir que era de noche. El tiempo había pasado como un gato asustado sobre la avenida.
La llave en la maceta de siempre. La reja entre abierta.
Se detuvo para darle una última mirada.
Un reflejo dorado al fondo del patio lo hizo retroceder bruscamente. Los puños apretados y el pecho lentamente mutaba en un reloj descontrolado. Taquicardia.
Un llanto leve.
Algo parecía no estar diagramado como en su mente. Algo se escapaba de la estadística. Y no erraba.
Ese algo era ella que, enfurecida, le asestaba un golpe seco en la frente.
Ahora todo se nublaba en cámara lenta, un hilo húmedo brotaba de la herida. Con la yema de los dedos corroboraba tristemente lo que ella habría anunciado un tiempo atrás entre las sabanas de aquella cama de hotel: “Yo no soy como toda la gente, tengo una forma particular de entender estas cosas. Ya me dolió muchas veces y nunca pude volverlos a ver cada vez que me dejaban. Vos sabes cómo es esto, la ausencia mata.”
Tenían algo en común, ni él ni ella querían negociar la manera en que se despedirían…




Lucia Giacondino 

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