sábado, 23 de octubre de 2010

Tendrías que tener grandes alas

Brazos fuertes,

Voz calmada.

Tendrías que aguantar los golpes,

Tener buenas defensas,

No perderte en mis dolores.

Tendrías que hablar poco y decir mucho,

Tener las palabras equivocadas para el momento justo,

Sabiéndolas callar a tiempo.

Tendrías que manejar el arte silencioso del flirteo,

La conquista insospechada,

Sobre mis áridos terrenos.

Tendrías que ser un hábil jardinero,

Que supiera plantar ideas entre mis huesos,

Ideas de felicidad y autodescubrimiento.

Tendrías que ser muy bueno corriendo,

Saltando abismos,

Sobreviviendo.

Tendrías que ser justo en el juicio,

Tendrías que ser justo y certero.

Tendrías que ser arquero,

Para, en la distancia, hacerme llegar tu mensaje en una flecha,

Clavarlo en mi pensamiento,

Y dejarme maltrecha.

Tendrías que ser un investigador temerario,

Dispuesto a sondear lejanos horizontes,

Hondos abismos, oscuros pantanos,

Y estar dispuesto a fundar ciudades en mi espíritu,

Ciudades blancas, llenas de luz.

Tendrías que haber nacido lejos, lejísimos, del príncipe azul.

Tendrías que ser sincero.

Tendrías que tener el pecho del remero,

Que no teme a las distancias ni a las mareas.

Tendrías que tener los ojos brillantes como perlas en el desierto.

Tendrías que tener el paso lento,

Y el corazón anhelante,

Para que yo pudiera regalarte,

Lo que queda del mío.

Tendrías que cultivar la paciencia de los sabios,

Saber distinguir el dolor que necesita un abrazo.

La lagrima que necesita un regazo donde posarse.

Tendrías que se hábil,

Tendrías que ser ágil y alegre,

Tendrías que pensar mucho,

Besar mucho,

Entender mucho,

Amar mucho…

Y con la paciencia como estandarte

Animarte a enseñarme.



Lucia Giacondino 29 de agosto de 2010

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