Sea vacio y nada más.
Que no se lo intente rellenar
Con artificiales adjetivos
Y notas del editor.
Que el lector tenga descanso
En su interminable armado de piezas poéticas
Para que no se atormente su fe.
Que en cambio
Pueda leer un compendio bonito
De palabras desprolijamente elocuentes
Y que pueda mojarse los labios
Con la impura sangre de las rimas.
Para que sobreviva el espacio vacio
En este eterno reino de pedantería
Y se paseen los puntos suspendidos
En sus misteriosas carreras suspensivas.
Y que se haga caso omiso
A las opiniones de la vulgaridad
Y de la noble escuela doctrinal
Que nos quieren enseñar a apreciar
El relleno y pomposo espacio sin silencio.
Que cada espacio vacío
Sea la sencilla obra poética de lo inexpugnable.
Lucia Giacondino 27 de octubre 2006